sábado, 2 de junio de 2012

Lado Soldado

Mi papá era un guerrero. Nos violó a todos. Diecisiete hijos que no compartíamos ni el apellido, tan sólo el honor de ser bastardos que no murieron ahogados en un río. Antes de que tuviera memoria, mi padre ya me pateaba. Lo sé porque años después lo vi hacer lo mismo con los otros. Gateando frente a su sillón, el tan sólo estiraba su bota y los mandaba de vuelta al piso. Siempre con su cantimplora llena de agua, me daba la impresión que esa sed eterna era la que lo había vuelto en esa persona. Quizás fue al revés.
Yo sabía que mi vida era de verdad un regalo de los dioses. Si no de 'los dioses' al menos era un obsequio de alguien que yo no conocía. Mi papá me la inyectó en este cuerpo, que porta las cicatrices necesarias para revelar el trecho recorrido. Sin embargo, yo sé que tuve que haber muerto antes de ser nacido. Mi madre no existió, tan sólo un útero que me respiró entero. Mi padre es más un código; un esquema que funciona. A mí nadie me invocó. A mí se les olvidó ahogarme en un río. A mí la vida me ve de lejos, no sé acerca por miedo a contagiarse. Así que cada día, cada noche, cada fétida idea que pasa por mi cabeza es mía y de nadie más.
En las cavernas a las afueras viven los sabios. Elevan su pecho hacia la luz y se sacuden del peso muerto de los recuerdos y las injurias. Lo saben todo porque renunciaron a explicarlo. Su sapiencia es interna, va de los párpados a la médula. Lo que no suceda ahí, es nimiedad.
Yo los he visto. En mis alucinaciones, cuando soy más yo. Nos fuimos a topar en el mismo punto de la claridad. Sólo que yo llegué por la puerta trasera. Nos entendemos, nos compadecemos y nos ignoramos. Todo al mismo tiempo. Mi dolor no les pertenece. Aún así lo digieren conmigo. Duplico sus penas para purificarme en paralelo. Lo mismo que con las glorias. Me entrego. Confiando en ellos a través de mí; la desconfianza ya no supura de mis poros. Mi padre los fue cerrando con colillas de cigarro. El que, para distraerse un rato me quería hacer un hombre me convirtió en eterno.
Ellos en sus casas. Los otros en las cavernas. Yo me dejo caer en la tierra. Me reclama y me avienta sus gusanos. La mirada a ras de suelo me permite observarlos; antojadizos de mí.
Paciencia.
Todos nos queremos hacer polvo.
Solo unos cuantos lo logramos.

No hay comentarios: