lunes, 15 de diciembre de 2014

honor, dolor


Un día, después de haber pasado veranos inconcebibles y de haber sobrevivido a dilemas precisos, te preguntas:
¿Soy yo el único tan maldito, tan bendito?
¿De dónde nace este ego que nos consume, confunde?
¿Tendré tiempo suficiente para ser quien sé que ya soy o me quedaré colgado en este intento de apellido humanidad?
No puedo llegar así a la primavera. Si no crezco, perezco.

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