miércoles, 6 de mayo de 2015

Franca Tos


Iba Gabriel Serrano por la avenida, exhausto. Con torpeza se coló entre la masa. Se desplomó en la mera esquina, extenuado. Con el semáforo en rojo, murió ahí mismo Gabriel Serrano.
Un hombre de bien aquel Gabriel, pasó de canjear su entrada al paraíso. Los obedientes y las normas van al cielo pensó el muerto. Y tal vez no seré un entusiasta del calor extremo, pero en el anárquico inframundo, puede ser que me salve el enredo.
Gabriel Serrano se fue al infierno. Sus bifocales se le fundieron. Y aún sin poder percibir el enardecido paisaje que sería casa por el resto de su inexistencia, Gabriel respiró satisfecho.

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