viernes, 28 de agosto de 2015

¿Cómo qué?


Tu lealtad canina y tu paciencia vegetal eran el bastidor de nuestro retrato perfecto. Iba yo a derramar desde las alturas un tornado de colores y sin querero o preveerlo, me morí. Ahora las batas y pantuflas están siempre huecas. La televisión te genera culpa. Y, sin lógica alguna, las paredes se sienten más duras. Me sueñas. Te ríes en un cielo rosa del cual nos envolvemos para ir de picnic. Mientras, afuera, en el mundo de los segundos y los comerciales, un translúcido riachuelo de alegría caduca te resbala de las mejillas. Abres los ojos todavía de noche. Sigo muerto. Sigues viva. Sigue el cuadro colgado frente a la cama: incompleto pero aferrado a la pared. Pareciera que antes te irás tú que aquel mísero rectángulo de tela y madera. Pareciera que aún inacabados, vale más la pena aferrarse por paredes y suelos que permanecer envueltos.
Nos lo dijo desde el primer día aquella gorda partera en ese pasillo de luz triste y amarillenta: no es el qué es el cómo.
¿Cómo qué?

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