lunes, 24 de agosto de 2015

el ritmo del triunfo es el bombo de la derrota


El mundial que no ganó Zidane; la que llegó hasta tu casa y no a tu cama; la promoción que sólo te platicaron; la langosta que desde la charola te guiñó su negro ojo y nunca no probaste...
La palabra, el balón, la suerte y el ritmo son infieles compañeros que juegan contigo al mismo tiempo que se dejan querer por ese imán escondido en las sombras, barrancos, callejones y fangosos charcos. Los persigues con esmero. Le sonríes a todo aquel que pasa. Sin embargo tu ambición te empantana y te recuerda que las pocas veces que alzaste la copa, que gritaste de alegría, que te supiste la respuesta, fueron milagros concatenados por la frágil divinidad que no siempre te atiende.
Hay que tenerlo presente en el futuro porque los logros del pasado no son fenómenos repetitivos. Son estrellas fugaces, y tu cabeza dispersa ha de voltear un segundo tarde muchas veces (o chocar otras tantas contra el enemigo) antes de volver a distinguir la fortuna.

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