lunes, 12 de octubre de 2015


Era lunes aquí, pero ya era martes en otros lados. Le marqué a mi sacerdote de cabecera, que se encontraba en Roma -no, a todos les dejan pasar la noche en el Vaticano-. La señal telefónica era muy pobre en aquellos días por lo del volcán. Así que mejor nos conectamos vía internet y tuvimos una teleconfesión de hora y media.

En algún martes del futuro, lloraban mis hijos sin saber que desde el pasado romano me era prescrita mi propia penitencia.

Estar solo en el presente le pasa a todos; no hay que sentirse excepcional al respecto. Yo he estado solo antes, pero ahora vivo exhausto por arrastrar con pecados escondidos en el porvenir, detras la curvatura de la tierra; y que la centrífuga inevitabilidad servirá a mi presente mientras el castigo me alcanza desde un instante antiguo, expirado.

Del pasado me condenan por actos que apenas habré de cometer bajo este sol. Y es lunes apenas.

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