jueves, 8 de octubre de 2015

Vedado


Los mismos dos perros que se mordisquean la cola y el hocico entre retozos sobre los parches soleados de la banqueta, son los que se ignoran cuando son obligados a compartir la jaula. No importa el tamaño, todo lo que tenga rejas es una mazmorra. Los canes miran hacia afuera. Lo de adentro, lo cautivo, es inerte. Las mismas miradas que se niegan durante el frío cautiverio, son las que después de una larga carrera por el parque se enuncian la una a la otra y se prometen la eternidad del momento.

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