viernes, 9 de octubre de 2015

Se necesita más que jabón y cielo


Eran dos trabajadores colgados de un techo. El peso de uno mantenía al otro. Los movimientos del primero desequilibraban al segundo. Los vidrios estaban impecables. Tenían aquella mica que hacía casi imposible ver hacia dentro. En la oficina se escuchaba el rechinido de un trapeador degollado recogiendo la espuma del jabón desde las alturas. Según el piso había gente de corbata o mozos en uniforme azul puliendo el piso o hipsters aventándose una pelotita de punta a punta del cuarto. Pero ninguno hubiera podido escuchar lo que entre los de afuera se dijeran. Tampoco había algo que atender más allá del rechinido entre el hule y el vidrio porque entre ellos dos, desde hace tiempo, no existía la palabra. Se odiaban con rencor desde hace año y medio. La ciudad, y éste mundo, no están como para perder un empleo así nomás. Eran dos trabajadores colgados de un techo por la misma cuerda.

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