martes, 28 de marzo de 2017

Cabezada


Después de una hora en la banqueta, entré resignado a la librería. Ya vi que eres un poco babas. Me dijo mi abuelo. Aún con mi cara de repudio, aprovechó su escuálido brazo envuelto en cashmir para acercarme a él. Igual te sugeriría que aproveches que estamos aquí para comprarte unos libros. Un hombre compra libros, como mínimo, para impresionar a las chicas. Ahora, tenerlos no basta, necesitas leer mínimo uno para tener qué ladrar. Me enjaretó uno de Eco en el pecho. Los otros, puedes tenerlos en el buró para sorprenderlas a la mañana siguiente. Ahí, cada quien le pueda dar su toque, pero es fundamental tener algo de guerra para afrontarlas y una novela, para enamorarlas. Puso algo de Kundera sobre el primero. El chiste es ponerle atención, primero al libro, luego a ella y por último a tus palabras. Tu abuela me traía finto y tres libros en el buró no eran suficiente. Yo tuve que llenar estantes en mi cuarto, en la sala y hasta cargar siempre con un par en la mochila. Sus palabras tenían sentido. Tomé un gordo libro sin ver la portada y lo jalé hacia mí. Sin voltear siquiera lo regresó a su lugar. Nadie te creería hijo, no des esas mordidas que te atragantas. Ya luego podrás tener algo de los rusos y los franceses, por ahora apégate a estos. Puso cuatro más sobre los otros y me dio un par de billetes. Úsalos sabiamente y si te sobra tiempo, léelos; sólo así se te quita lo babas.

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