martes, 13 de junio de 2017

Tu puerta


Quedan diez minutos y tengo que decir la verdad. ¿Pero cómo? No es posible exprimirse a sí mismo, mucho menos ante la amenaza de la llegada de la oscuridad absoluta. Ahí viene el sueño obligado, la pausa al monólogo con el que construyo peldaños hacia esa altísima puerta por la que te fuiste. Quedan ocho minutos y mi propio pecho me empuja contra la pared. Las puertas por las que salieron otros maestros se han ido haciendo invisibles y ahora si bien no lastiman, también guardan menos verdades que tu puerta. De ahí mi miedo a que me vuelvan a dormir, a que me pidan una vez más ser normal. Todos en dos patas, queriendo alejarse del cielo; los odiábamos tanto en mutuo silencio...
Quiero partir un segundo con una tajante franqueza, algo que sea irrebatiblemente mío para poderlo regalar sin miedo y sin deudas. Luego me acuerdo de las risas que tal deseo te ocasionaba y quizás esa poca prisa y dispersa ambición fue la escalera de caracol a tu entrada que hoy es mi imposible salida.
Decir la definitiva verdad es morir y me arrepiento de no habértelo dicho antes, para que esta discusión fuera mía y para que todo lo que me dejaste fuera lo poco que yo construí tuyo.
Queda un minuto. Será largo, de insomonio, de quien no sabe cómo parar pero a la vez se aburre de estar tan solo. Aquí es donde me servías de este lado. Aquí es donde miro tu puerta y aún con el tiempo congelado, me hago más viejo y más pequeño.
Otro día que sin decir mentiras, no logro decir la verdad.

No hay comentarios: