viernes, 30 de junio de 2017

*nos


No sabes cuánto me desespera que gran parte de este dolor sea opcional.
Soy migajas de tiburón. Soy huérfano de mis deseos más oscuros.

El frío sólo importa en el calor. El sudor mojado nada en la misma ola, pura y asquerosa.

De noche, faros antiniebla fusilan en curvas a cruces que solo quieren dormir una puta noche en paz, sin viajeros, ni visitas, ni accidentes incongruentes.

La tropa duerme. La bocina susurra. Entonces suena al fondo de cada canción un minúsculo desgarre por querer luchar siempre más y a la vez desear tanto que termine la función en este preciso momento.

En lunas nuevas (desamparantes) respiran las dudas sobre la inversión de los papeles y qué tanto debiera enfurecer para hacer lo que tú por mí haces desde un más lejos.

Hay que saber ahogarse con un vaso de agua.
Hay que saber hacer de una cortada de papel una incisión irremediable.
Hay que saber caer bien para romperse el cuello.
Hay que saber ver al espejo en el momento correcto.

Sólo así seguir de frente se vuelve algo intencional.

Si no es hacia el barranco no es galope.
Si no es a cañón cargado no es apuesta.
Si no tiene colmillos, cuernos o garras, no es tu amigo.

Hay que saber decir pudiendo morir quiero seguir vivo.

Pero hoy no, que no quiero.

Pasada esta negra lija, habré de aventarme, vengarme y reinventarme, para que sigamos siendo del orden, viejos desconocidos.

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