lunes, 19 de febrero de 2018

La República de los Huérfanos


Para los poetas, es tan sólo la saliva con la que besan los rayos al mundo de los terrenales. Claman el despertar de los verdaderamente afortunados, aquellos que sostienen que la suerte es mito. La ironía es que sólo saben de su existencia como resultado de la terca curiosidad de los pilotos y los físicos. Su intuición añora, pero no evapora. No viaja a las alturas, sólo extraña en el vuelo de las aves no saber ser sin decir: 'lo he visto'. Se han robado la existencia de esta serie de microscópicas burbujas que navegan la atmósfera para que su arte retome la gloria que tenía cuando el mar era el final y lo que no se sabía, era el principio.
Aún así no es conocido, que en el borde de cada nube hay un resabio de espuma; la prueba fidedigna de su pasado como ola de mar. Frágil y subestimada, es la responsable del destello aurífero de cada atardecer. Ignorada y desatendida, hasta la tácita temperatura es capaz de empujarla de cada nube. Ser nada es caer de las alturas y no llegar al piso.
Cuando se ha ido, ya no vuelve, sucumbe ella y consigo el brillo. Lo saben algunos poetas ladrones, los físicos valientes y toda una camada de niños desprotegidos.

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