lunes, 10 de septiembre de 2012

gritito

Para el tercer día ya todas teníamos un bronceado, aunque yo lo sentía artificial, de prestado. No había pensado en la oficina pero aún así no sentía las vacaciones. Llegamos a un bar de bossa nova hecho íntegramente de madera. Llegamos demasiado maquilladas por lo que fui a lavarme la cara. De regreso del baño sentí su mirada pero voltear hubiera sido demasiado obvio.
Una hora después, el mesero me trajo un mojito. Lo mandaba él. Finalmente tuve un pretexto para revisarlo. Nada mal: tiene ojos de arena y mirada espumeante. Cohibida, como siempre, giré hacia mis amigas. Regina, emocionada, me empujó hasta él.
"Hola" le dije, aferrándome al popote.
"¿Cómo te llamas?"
"Sandra, ¿y tu?"
"Ricardo."
"Hablas..."
"Soy brasileño." Apreté las piernas para evitar sonreír ante la noticia.
"Sandra, quiero darte un beso." Me toma de la mano y me sienta a su lado. Me río y volteo a ver a mis amigas aterrada.
"No, ¿cómo crees?" Le digo, siempre que estoy en estas situaciones recuerdo que debería de tener una estrategia; al menos una técnica que no evidencie mi torpeza.
Me pone la mano en la cadera. Empiezo a pensar que debería de irme.
Me dice al oído. "Entrégate al cliché."
"¿A cual?"
"Estas con tus amigas en la playa, escuchando a Astrud Gilberto y tienes a un brasileño ansiando probar tus labios. Todos te estamos esperando."
Suena todo demasiado natural como para no pensar que le dice eso a todas las turistas. Suspira una risa.
"Si crees que..."
Con un beso lo interrumpo. Escucho a Regina y su gritito de emoción. Se acerca un poco más a mí y me sumerjo al limbo al que Ricardo lleva invitándome desde que llegué. Bajo los hombros y siento las vacaciones.

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